Casi no nos dio tiempo a dejar nuestras cosas en el suelo de la habitación cuando él empezó a besar mi boca salvajemente y yo le contestaba mordiendo sus labios suavemente. Los dos sonreíamos mientras nos quitamos la camiseta y dejábamos nuestros cuerpos sudados por el deporte que acabábamos de hacer al aire. Me acerqué rápidamente a sus pezones pequeños y rosados y los empecé a chupar y a repasar con mi lengua, la cual empezó a bajar lentamente por su blanco abdomen, dejando un rastro de mi saliva por sus deliciosas abdominales.
Bajé el pantalón de deporte que tenía y vi la enorme erección debajo de sus calzoncillos, que empecé a sobar primero con mi mano y después con mi boca. Le di la vuelta y empecé a masajear con mis manos su culito por encima de los boxers, a lo que él empezó a soltar pequeños suspiros de placer. Le hice ponerse de rodillas encima de la silla de su escritorio, con los brazos apoyados en el respaldo y el culo en pompa. Finalmente le quité los calzoncillos y empecé a amasar sus pálidas nalgas. Abrí un poco sus cachetes para dejar al aire su ano rosadito, que ya empezaba a dilatar por el calentón que tenía, y le escupí para lubricarlo y seguidamente empecé a meterle un dedo dentro del recto. Él empezaba a enloquecer y decía entre suaves gemidos "Oh si! Sigue! Más adentro, más adentro!" y yo seguía penetrandole con mis dedos, que cada vez hacían más grande su agujero.
Después de dilatar su culito, me bajé los pantalones y acompañé su cabeza hasta mi polla, que empezó a mamarla frenéticamente, lubricando mi verga dura como una roca. Me senté en la silla, con la polla apuntando firmemente hacia arriba, él se acercó con su culito hambriento y, de una sentada, se introdujo mi polla entera hasta que sus cachetes chocaron con mis bolas y soltó un gemido que me estremeció. Mientras él saltaba encima de mi como un conejo, comiéndose mi verga con su culo, yo le agarré la polla, gruesa y blanca, con pre-semen chorreando y salpicándolo todo por los botes que pegaba. Nos mirábamos apasionadamente y yo le comía la boca y le pajeaba mientras el no paraba de gemir y gritar de placer. "¡Me corro, me corro!" exclamó, y chorros de leche blanca acompañados de gemidos estremecedores mancharon todo lo que había alrededor nuestro. La presión de su interior al correrse fue lo que faltó para que yo descargase un potente chorro de corrida dentro de él.
Nos quedamos quietos y yo, todavía dentro suyo, le sonreí y nos besamos en los labios para acabar ese perfecto encuentro
Muy buena historia me he corrido rico espero puedas publicar mas seguido saludos
ResponderEliminarMe alegra escuchar eso :) Dentro de poco subiré otro mini-relato, así que estate atento ;)
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